Friday, October 15, 2004

Propuesta farmacológica

Me pregunto si algún materialista imaginó que el error y la mentira eran productos de la enfermedad, una especie de fluidos corruptos, putrefactos; y la verdad, asimismo, producto de la salud. La constitución del cuerpo acaso determine la del pensamiento. En tal caso, habría que confiar en un fármaco que afine nuestras verdades y elimine nuestros errores. Pero también habría que considerar que la Academia sería consumidora fundamental de los similares y genéricos intercambiables. La gente baja seguiría con su sentido común y su sabiduría popular y refranera, dependiente de remedio caseros y mejunjes y cataplasmas dignos de un estofado. Para mejor comprender lo que digo, obsérvense las relaciones entre lo atribuido a la sabiduría oriental y las virtudes casi esotéricas del ging sen y del té verde