Wednesday, October 06, 2004

cadena de errores

Sigo sin entender ciertas frases, ciertos usos. Esto no me convierte en Wittgenstein, y eso es lo que me hace escribir con vergüenza. Cuando alguna vez sufrimos una tragedia que en rigor puede no serlo (eso lo determina cada quien), hay un indefectible comentador: deberías sentirte afortunado..., y sigue con una larga cadena de desgracias que harían sonrojarse a Edipo, o peor aún, calla y sonríe con esa molesta sonrisa de quien da por supuesto que uno ve con claridad lo que él, por su silencio, no ve en lo más mínimo. Esto tal vez se vea mejor con un ejemplo. Digamos que alguien se rompe tres apófisis de vértebras lumbares por caer de un árbol al intentar salvar un gato. En esos casos, naturalmente, alguien dirá, apodíctico, irrevatible... considérate afortunado. Se trata, pues, de una muletilla multiusos, decorosa, imprescritible, universal. Puede aplicarse a cualquier situación, a cualquier persona. No dice nada de nosotros, ni de nuestra compasión: acaso, tal vez, de nuestro morbo sugiere atisbos, casi como murmullos de beata.
Podemos, en circunstancias desgraciadas, sentirnos desgraciados; un poco más difícil de imaginar es sentirnos ecuánimes, serenos, una especie de porteros de nuestra propia vida. Se puede ir en ascenso, claro, y sentirnos felices, entusiasmados hasta el grito y hasta divertirnos ya entrados en el masoquismo, reírnos de nuestras desgracias, retar a los dioses, y sabe dios qué más. Lo que yo no puedo es sentirme afortunado, entendiendo lo que resulta obvio: sentir una alegría por un acontecimiento inmerecido. Hay diferencias entre ganarse la lotería y sufrir algo. Lo que nos dicen, ya explicado, es todavía más desolador para la comprensión: hay que sentir que corremos con suerte, por tener la suficiente mala suerte para que nos pasara x, pero no tanta para que nos pasara y. Podemos, claro, suponer que entendemos esto.... ¡Pero sentir por deber! O, en otra paráfrasis, avergonzarnos por quejarnos mirando desgracias que no nos ocurrieron pero que pudieron tocarnos

4 comments:

Anonymous said...

Existe una variante peor:el clásico ególatra que sólo espera escuchar las desgracias ajenas para contar las propias, aduciendo que debemos sentirnos afortunados porque nuestra desgracia no es tan grave, dolorosa, etc., como la suya. Especímenes asquerosos que degeneran en los poetas insufribles coyoacanescos, que nos cuentan sus desgracias amorosas en "verso libre", asumiéndose como los únicos seres capaces de sentir y transmitirnos esa delidada "sensibilidad".

Anonymous said...

Los profetas, de cualquier especie, son siempre deleznables, a menos que hablen con Dios y que, condiciòn importante, Dios les conteste siquiera el saludo. Profetas emocionales son como tortas de tamal. Pobrecillos, veàmoslos como lo que son: nada, o sea no los veamos y menos los recordemos. Pero sì, tienes toda la razòn

Anonymous said...

Sí, es cierto. No sé porque me preocupé por mencionarlos, tal vez porque me sacaron de mis casillas aquel día.

Debo aclarar que ese día en particular, una nueva variante de estos Poe, metamorfoseado en Sabina o Sabines, para el caso es lo mismo, le dio por recitar en el vagón del metro no recuerdo qué poema de este versificador popular. Desde mi muy particular punto de vista, prefiero que intenten venderme lo mejor de Ana Gabriel por la módica cantidad de diez pesos.

Anonymous said...

What a great site Redhead porn sites weight loss Canadian automobile association medical insurance Donating time share Search geico auto ins vitamins internet advertising Ford ka collection seat cover Mesotherapy boca raton dvd player