Tuesday, October 26, 2004

El rey estatua

Cuando cayó Constantinopla en poder de los turcos, corrieron voces de que el último basileus se había convertido en estatua y que, cuando pasara el peligro, llevaría a los bizantinos a la reconquista y a la victoria. La espera continúa, quizá pervive en algún nostálgico que rememora la ciudad en llamas, los siglos de opresión y de vejamen. Ese hombre hipotético acaso ignora cuál estatua esconde al añorado basileus, si la que lo representa, si una pagana, si una de un buey o de un caballo, o de una planta en la cresta de una columna. Ese hombre ignora si la estatua se hizo añicos durante el saqueo , o si fue transportada a algún remoto palacio para adornar los jardines adormecidos de un sultán ebrio de mujeres, de manjares, de tedio, y que tras mucho peregrinar reposa en las bodegas de un museo menor y lejano, dedicando su eternidad de piedra a pensar en aquella hipótesis que siglos después postularía Condillac, acerca de si una estatua podría percibir aunque fuera con un solo sentido, y si percibiendo tendría noción del tiempo, del espacio, de la sucesión, de la causa.