Friday, September 01, 2006

Hace mucho que no escribo...

Leo a Suetonio. Una parte fundamental de las biografías de los emperadores es la de sus sueños. Hay que recordar cómo Elio Arístides, durante una importante etapa de su vida, vivió consagrado a su enfermedad y a los sueños, en los cuales Esculapio le recetaba tratamientos feroces (todos tan fantásticamente escritos por Reyes en su "Elio Arístides o el asesino de sí mismo" de Junta se sombras) para curar su obstinada hipocondria, y aquella famosa cita de Virgilio donde los sueños falsos y verdaderos parten de puertas contiguas. Y me inquieta que Claudio, que el emperador Claudio, no soñaba.
En la vida oscura y cobarde del predecesor de Nerón, Suetonio no narra sueños. Claudio no soñaba. Nerón sí. Y soñaban por él. Su vida está saturada de sueños suyos y de sueños proféticos.
Pero Claudio no. Y para esa vida, como debían verla los romanos, esa vida sin sueños sería como una media vida. Tan privada de vida como de muerte, pues los sueños partían de la muerte, del hades. Tal vez, su cojera (incluso epónima) establece esa escasa fijación, ese pisar la tierra como si no se pisara sólidamente, firmemente. Y la Apocolocíntosis de Séneca, donde se narra satíricamente la apoteosis de Claudio, acaso sea cierta. Falta, desde luego, un Schliemann que se tome en serio el texto de Séneca y que lo acabe convirtiendo, por esa tenaz credulidad, en un monumento, una ruina. Acaso la credulidad sea la paridora de toda historia.