Monday, October 25, 2004

De refranibus

Gracias al refrán cualquier pelado puede hablar ex cathedra. Uno de estos dichos populares demuestra su vigor, en las muchas expresiones que tiene, y que se resume en un apotegma inmortal: para fomentar algo no hace falta más que prohibirlo. A nadie que yo sepa se le ha ocurrido prohibir el trabajo. Sin embargo, esto no necesariamente implica que el apotegma sea falso, sino que la falsa moral de amor al trabajo es mucho más fuerte, a veces, que la verdad y hasta que la religión. Dios dio el trabajo como castigo; enamorarse del castigo, como el Satanás de Milton, demuestra el gran mérito de la retórica perversa, capaz de hacer parecer a alguien soberbio como verdaderamente envalentonado. Tampoco sé de alguien que prohibiera devolver lo ajeno. Esto me demmuestra que ser folclórico es mucho más difícil de lo que parece, pues hay que aprender a tocar marginalmente el sentido de los refranes, sin ahondar. El refrán es, pues, en este caso caso, como una filosofía con eyaculación precoz.

1 comment:

Anonymous said...

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